domingo, 27 de mayo de 2018

Primera piedra en San Petesburgo (27 de mayo de 1703)


 “San Petersburgo fue la cabeza de Rusia, Moscú su corazón, Kiev fue la madre.”
- Proverbio ruso-
Por Gabriel Macías Nito
Había una vez, hace muchos siglos, que las lejanas tierras del pantanoso y norteño delta del río Neva estaban habitadas por pequeños pueblos, por siglos, estos actuaron como bastiones militares en una lucha entre rusos y suecos por dominar los mares del norte.
Las tierras a lo largo de esas gélidas aguas habían pertenecido primero a la antigua Rusia, y desde entonces era un importante centro de comercio y artesanía nacional e internacional.

Recién comenzaba el siglo XVII y Rusia se encontraba debilitada por la ausencia de un heredero directo, el delta del río Neva, se convirtió en blanco de una invasión sueca y los vikingos lograron hacerse con el control de la zona, cortando asó, las rutas comerciales de Rusia por el Báltico.

Entonces llegó uno de los más grandes emperadores de Rusia, Pedro I. Entre sus planes estaba abrir Rusia a Europa, pero, para ello necesitaba un puerto y una ciudad que fuera una majestuosa entrada al vasto territorio ruso, una capital portuaria y base naval.

Pedro el Grande estaba decidido a recuperar el acceso al Mar Báltico y establecer vínculos más fuertes con Occidente. Para cumplir con estos objetivos se embarcó en la Guerra del Norte con Suecia y logró recuperar los territorios adyacentes al río Neva.

El 27 de mayo de 1703, tras recuperar las tierras del Neva, se colocó la primera piedra de la fortaleza, que marcó el inicio de la construcción de lo que posteriormente seria la gran capital imperial. El propio Pedro bautizó esta nueva fortaleza como San Pedro en honor al apóstol. Para el zar, el nombre era simbólico, la ciudad llevaba ese nombre porque era Pedro el que había colocado la primera piedra de la iglesia.

En 1712 se produjo el nombramiento oficial de San Petesburgo como la capital del imperio en detrimento de Moscú, lo que obligó a la creación de una planificación urbana esplendorosa.

San Petersburgo experimentó cambios sorprendentes en sus primeros años, y, de ser un pantano apenas poblado, paso a ser la más hermosa ciudad rusa. Originalmente, la ciudad no tenía puentes, y la gente tenía que ser transportada en barco entre las orillas, lo que le dio a San Petersburgo su apodo de “la Venecia del Norte”.

En 1914 Nicolás II cambió la denominación alemana de San Petersburgo por la denominación rusa Petrogrado. Tras la Revolución bolchevique, en 1918, la capital se trasladó a Moscú, y cuando en 1924 murió Lenin, en su honor, Petrogrado cambió su nombre a Leningrado. Tras el final de la Unión Soviética, en 1991, la ciudad recuperó su antiguo nombre.

El centro histórico y el conjunto monumental anexo fueron declarados Patrimonio cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1990.



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