martes, 9 de enero de 2018

Domingo sangriento (9 de enero de 1905)

“La experiencia demuestra que los hombres y las palabras son incapaces de gobernar los acontecimientos”
-Nicolás II-
Por Gabriel Macías Nito
El siglo XX inició de forma agitada en el Imperio ruso. Los rusos habían sufrido una dolorosa derrota ante Japón y eso hacía dudar de la eficacia del zar en el trono. Entre intelectuales y burgueses, comenzaron a surgir ideas antigubernamentales por todo el territorio y comenzaban a rondar pensamientos de reclamo y derechos a los trabajadores.

En 1904, con el permiso del estado, un sacerdote llamado Georgiy Gapon fundó una organización de obreros. Como los sindicatos estaban prohibidos en aquellos tiempos, este grupo se reunía con fines culturales y educación.

En diciembre de 1904, cuatro trabajadores, todos ellos miembros de aquel grupo, fueron despedidos, por lo que tras una protesta se convocó a una huelga, algo completamente inusual en la Rusia imperial. Reclamaban aumento salarial, reducción de horas de trabajo, mejora de las condiciones de laborales y una explicación del despido.

Al principio, el gobierno se mantuvo en calma. Las autoridades ajenos a este tipo de acciones, consideraban nada grave sucedería. Sin embargo, día a día más y más trabajadores se unieron a la protesta, y pronto todas las plantas en San Petersburgo dejaron de funcionar. Cerca de 150,000 trabajadores habían detenido su jornal. Para el 8 de enero, no había agua, gas y electricidad, la ciudad estaba paralizada, la guardia imperial también.

Comenzó entonces una manifestación hacia el Palacio de Invierno, para presentar personalmente una petición a Nicolás II explicando sus problemas. Gapon, que dirigía el movimiento estaba seguro de que Nicholas tomaría medidas. Pero el zar estaba en su residencia de verano fuera de San Petersburgo. Los trabajadores creían que regresaría a la capital y abordarían sus preocupaciones, pero en realidad el Emperador era muy reacio a reunirse con los trabajadores o considerar sus demandas.

El 8 de enero, las autoridades militares imperiales decidieron no permitir que los manifestantes ingresaran a la Plaza del Palacio, y el Ministro del Interior, el Príncipe Svyatopolk-Mirskiy, dio la orden de usar la fuerza.

Así, el 9 de enero de 1905, tuvo lugar el infame “Domingo sangriento”, 140,000 personas, entre ellas mujeres y niños, estaba en la Plaza del Palacio. La gente llevaba retratos del Emperador, junto con banderas e iconos, y cantaba oraciones.

Cuando la gente se acercaba a la Plaza del Palacio, comenzaron los disparos de la Guardia sin previo aviso. La multitud se disolvió. Según los datos oficiales, 130 personas murieron y 300 personas resultaron heridas, pero fuentes no acreditadas hablaron de 300 muertes y 800 heridos. Todos los asesinados fueron enterrados en secreto por la policía.

La ola de agitación política de masas a lo largo de aquel año condujo al establecimiento de una monarquía constitucional limitada y a la Duma Estatal del Imperio ruso.

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