miércoles, 6 de junio de 2018

La princesa usurpadora (6 de junio de 1775)


 “Yo alabo en voz alta, y critico en voz baja.”
- Catalina II la Grande-
Por Gabriel Macías Nito
Isabel I Petrovna, fue la segunda hija de Pedro I el Grande. Gobernó el Imperio ruso de 1741 a 1762. Tras la muerte de Pedro I, el acceso al trono del Imperio estuvo lleno de conspiraciones y artilugios. Isabel I se convirtió en emperatriz en 1741 tras organizar una revolución palaciega que depuso al joven emperador Iván VI y a la madre de este, Ana Leopóldovna, que ejercía como regente.

Su reinado estuvo lleno de reformas, logros diplomáticos y excentricidades, entre estas, un día ordenó que todas las damas de la corte se rasuraran la cabeza. Llorando, obedecieron. A cambio a las aristócratas se les dio una peluca negra, barata y de poca calidad, que tuvieron que usar hasta que les creció el pelo. La causa fue trivial: la emperatriz tiñó mal su propio cabello y tuvo que cortarlo por completo.

Al saber que estaba muriendo, Isabel usó sus últimas fuerzas para confesarse, rezar con su confesor la oración de los moribundos, despedirse de las pocas personas que deseaba tener junto a ella y nombrar a su sobrino Pedro heredero. Quien después de los funerales se convirtió en Pedro III.

Varios años después, durante el reinado de la gran Catalina, cuando la etapa isabelina había quedado en el pasado, el 6 de junio de 1775, apareció una misteriosa mujer, se hacia llamar Princesa Tarakanova. Decía ser hija de Isabel I Petrovna y heredera del trono ruso. Catalina II, que no aceptaría la “broma” de ninguna impostora, ordeno se le encarcelara en la Fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo.

Los rumores sobre la posible existencia de una hija ilegítima de Isabel I siempre existieron, se “sabía” que Isabel había procreado un hijo fruto del amor con su favorito, el príncipe Razumovsky. Aquella “niña” fue enviada a Italia como un niño pequeño, donde recibió una educación y allá se quedó confinada a un convento, donde la mantuvieron bajo vigilancia y en total soledad, incluso con servicios de la iglesia reservados solo para ella.

La misteriosa mujer que apareció aquel día diciendo ser la Princesa Tarakanova no era más que una impostora y una atrevida aventurera. Una mujer de pasado oscuro y orígenes discutibles. Pero eso sí, de una belleza arrebatadora, y una astucia digna de admiración.

Antes de llegar a este, el mayor fraude de su vida, había embaucado, doblegado y despojado a muchos de sus adinerados y nobles admiradores. Les había robado su voluntad y riquezas. A veces llevándolos a la bancarrota y la prisión.

Viajó por Europa, se hacía llamar Fräulein Frank. Pero ahora, cuando ante su reto más grande el de reclamar el trono, se encontró frente a ella no a un hombre que cayera rendido a sus pies, sino a otro mujer, más astuta, Catalina II la Grande.

La orgullosa y ambiciosa dama, se negó a admitir su fraude, nunca reveló su verdadero origen y hasta el último día dijo ser la princesa. Murió de tuberculosis encerrada en prisión en diciembre del mismo año y fue enterrada sin ningún rito funerario.
Su histórica imagen se entrelazó con muchas leyendas, más tarde aparecieron novelas y películas y abras de arte.

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