miércoles, 23 de noviembre de 2016

23 de Noviembre. Beato Miguel Agustín Pro Juárez

¡Noviembre, “de Todos los Santos”!


Durante su gestión como presidente de México, Plutarco Elías Calles (1924-1928), aplicó enérgicamente una serie de reformas volver a poner en pie al país tras la Revolución Mexicana. Reformas constitucionales: agrarias finanzas, educación, disputas con las compañías petroleras extranjeras, reparto de latifundios, etcétera.
Entre todas ellas estaban las reformas laicistas que religiosas; con ellas pretendía disminuir las actividades educativas de la Iglesia católica y a reducir los aspectos más visibles del culto religioso. Esto provocó una gran oposición. La Iglesia se negó a reconocer las condiciones de la secularización y las relaciones entre la Iglesia y el Estado se volvieron muy tensas hasta que desembocaron en un movimiento armado conocido como Guerra Cristera (1926-1929). La denominada sublevación cristera (cuyos miembros, los cristeros, portaban en sus uniformes crucifijos a modo de enseña)
Ahí apareció Miguel Agustín Pro Juárez (1891-1927); sacerdote jesuita que brindó apoyo durante el periodo cristero como consejero espiritual y sacerdote. Se hizo muy popular entre los católicos mexicanos, eso la hacía muy visible ante las autoridades, ya que retaba a las instituciones, muchas veces de manera jocosa, las restricciones impuestas por la nueva legislación mexicano.
Miguel Agustín nació en Guadalupe, Zacatecas en 1891, e ingresó en la Compañía de Jesús en 1911. Tras ampliar sus estudios en Estados unidos, Centroamérica y España; regreso a México, por problemas de salud, y se dedicó al apostolado entre los pobres.

En 1927 fue detenido, junto a sus hermanos Humberto y Roberto, bajo la acusación de participar en el atentado contra el candidato a la presidencia del país, el general Álvaro Obregón, perpetrado por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Miguel Agustín y Humberto fueron fusilados, sin juicio previo, el 23 de noviembre de aquel año. Su entierro se convirtió en una manifestación de duelo popular. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1988.

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