“A veces una batalla lo decide todo, y a veces la cosa más insignificante
decide la suerte de una batalla.”
-Napoleón Bonaparte-
Napoleón había entrado a una fantasmagórica ciudad de Moscú a principios de
septiembre de 1812, había sido desalojada de habitantes y vaciada de
suministros por los mismos moscovitas. Según las reglas clásicas de guerra de
aquellos tiempos y aunque, San Petersburgo era la capital, Napoleón esperaba
que el mismo Zar Alejandro I le ofreciera la capitulación, aquello nunca
sucedió.
Entonces, sobre las llamas de una ciudad en ruinas, sin haber recibido la
capitulación rusa, y con una nueva maniobra rusa forzándole a salir de Moscú,
Napoleón ordenó retroceder. La ciudad le era tácticamente inútil. La cercanía
del invierno le hacía insostenible mantener 100.000 soldados por lo cual
Napoleón inició la larga retirada el 19 de octubre de 1812.
El regreso a Francia fue fatídico, con la llegada del invierno, las
praderas rusas carecían de pastos para caballos, que al no poder alimentarse
morían y eran utilizados como fuente de carne para los soldados. Conforme
salían de territorio ruso se enfrentaban a cuerpos de guerrilla y sus fuerzas
iban minando, al final, las pérdidas militares fueron cuantiosas y esto
significó un punto de inflexión hacia el final del dominio napoleónico en
Europa.
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