23 de Noviembre. Beato Miguel Agustín Pro Juárez
¡Noviembre, “de Todos los Santos”!
Durante su gestión como presidente de México, Plutarco Elías Calles (1924-1928),
aplicó enérgicamente una serie de reformas volver a poner en pie al país tras
la Revolución Mexicana. Reformas constitucionales: agrarias finanzas, educación,
disputas con las compañías petroleras extranjeras, reparto de latifundios,
etcétera.
Entre todas ellas estaban las reformas laicistas que religiosas; con
ellas pretendía disminuir las actividades educativas de la Iglesia católica y a
reducir los aspectos más visibles del culto religioso. Esto provocó una gran
oposición. La Iglesia se negó a reconocer las condiciones de la secularización
y las relaciones entre la Iglesia y el Estado se volvieron muy tensas hasta que
desembocaron en un movimiento armado conocido como Guerra Cristera (1926-1929).
La denominada sublevación cristera (cuyos miembros, los cristeros, portaban en
sus uniformes crucifijos a modo de enseña)
Ahí apareció Miguel Agustín Pro Juárez (1891-1927); sacerdote jesuita que
brindó apoyo durante el periodo cristero como consejero espiritual y sacerdote.
Se hizo muy popular entre los católicos mexicanos, eso la hacía muy visible
ante las autoridades, ya que retaba a las instituciones, muchas veces de manera
jocosa, las restricciones impuestas por la nueva legislación mexicano.
Miguel Agustín nació en Guadalupe, Zacatecas en 1891, e ingresó en la
Compañía de Jesús en 1911. Tras ampliar sus estudios en Estados unidos, Centroamérica
y España; regreso a México, por problemas de salud, y se dedicó al apostolado
entre los pobres.
En 1927 fue detenido, junto a sus hermanos Humberto y Roberto, bajo la
acusación de participar en el atentado contra el candidato a la presidencia del
país, el general Álvaro Obregón, perpetrado por la Liga Nacional Defensora de
la Libertad Religiosa. Miguel Agustín y Humberto fueron fusilados, sin juicio
previo, el 23 de noviembre de aquel año. Su entierro se convirtió en una
manifestación de duelo popular. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en
1988.
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