AUGURIOS OLIMPICOS (18/33)
東京 1964 (18/33)
Japón, es una sucesión de hechos aislados, ocurridos en el
archipiélago influenciados por su geografía, con una propia manera de ver al
mundo. Visualmente, su sistema gráfico de escritura fue influenciado por la
cultura China, pero su historia, pensamiento y lenguaje son completamente
distintos. Por siglos, sistemática y estratégicamente se opusieron a ser
influenciados por occidente. Cuando en el siglo XIX Europa dominaba al mundo,
Japón le resistió heroicamente y los nipones decidieron en que momento “adoptar”
la cultura occidental con todas sus características y consecuencias; desarrollo
económico e industrial, costumbres, expansión y dominio. Cuando lo hicieron fue
con toda su fuerza, carácter y determinación. Junto con Alemania se convirtió
en uno de los dos grandes antagonistas de la Segunda Guerra Mundial. Al iniciar
el mayor conflicto del siglo XX dominaba todo el Océano Pacífico. El Imperio del Sol Naciente solo pudo ser
abatido tras la detonación de la mayor arma de destrucción masiva utilizada en ataque
y sobre un objetivo específico, La Bomba Atómica, fue el caso de las ciudades
de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945 y Nagazaki el 9 de agosto del mismo años.
El recuento de los daños habla de al menos 250,000 fallecidos y muchos miles de
personas afectadas décadas después por los efectos de la radiación. Japón en
voz del emperador Hiroito se rindió, el país hizo un alto total, las potencias
vencedoras mantuvieron la figura del emperador, y controlaron su industria por
algún tiempo sin convertirlo en un territorio ocupado, como si fue el caso de la Alemania ocupada. El
esquema de nación industrial y sus vínculos a la tradición cultural de origen
le dieron la fuerza para recuperarse, y vaya que si lo hicieron.
Diecinueve años, dos meses y un día habían transcurrido
entre la detonación de la última bomba en Nagazaki y el inicio de los Juegos de
la XVIII Olimpiada por primera vez en la
historia el olimpismo llegaba a tierras asiáticas. El nombramiento de Tokio
como ciudad anfitriona de esta justa deportiva mundial confirmó la readmisión
de Japón a la comunidad internacional después de la Segunda Guerra Mundial y
los Juegos tuvieron un profundo impacto en la capital y en la nación del sol
naciente. Nunca en su historia Japón había recibido tal cantidad de extranjeros
de todo el mundo, reunidos en un “trozo” de tierra tan pequeño y pródigo y en
un periodo tan corto.
A Tokio ya se le había designado sede para albergar los
Juegos Olímpicos de 1940, tuvo que declinar a organizar el evento debido a los
conflictos bélicos que en 1937 la nación tenía con China, para la edición de
1940 se había designado a Helsinki como sede alterna, el estallido y evolución
de la Segunda Guerra mundial provocaron la cancelación definitiva de los juegos
de 1948, la reunión olímpica no volvió hasta 1948 en Londres; vinieron después
las ediciones de Helsinki en 1952, Melbourne en 1956 y los juegos de Roma de
1960, que habían sido espectaculares.
Los anfitriones nipones invirtieron fuertes cantidades de
dinero en sus nuevas y vanguardistas instalaciones deportivas, así como en la
mejora de la infraestructura de una ciudad que para aquellas fechas ya contaba
con diez millones de habitantes. Diseños arquitectónicos extraordinarios e
icónicos; el estadio de natación llevó a Avery Brundage, presidente del COI a
llamarlo una “catedral de los deportes”, la sala de judo, se inspiró en los
templos japoneses tradicionales, el 1 de octubre de aquel año el tren bala
entre Tokio y Osaka hacía su primer recorrido a la espectacular velocidad de 250km/h.
En fin todo un alarde de vanguardia, tecnología, organización y entusiasta
hospitalidad hicieron que el mundo, sorprendido, no tuviera más remedio que
dejarse asombrar antee la fascinante cultura japonesa pasada y presente, y
reconocer la espectacular recuperación de este magnífico pueblo.
Era el momento de sentarse en sus cómodas salas y modernos
televisores (a color que ya los había, pocos pero ya había) y disfrutar “live
and via satellite the Games of the XVIII Olympiad (第十八回オリンピック競技大会).
The NTSC satelite system, gave
to CBS the possibility to broadcast the Olympics and provided an opportunity
for the TV industry in Japan to foray into the world market, in addition to
showing the world the high level of broadcasting technology form Japan y a colores”,
en English suena más nice, don´t you think?”.
Por fin y después de años de preparativos llegó el día
inaugural, era 10 de octubre y la propia ceremonia fue un acontecimiento
memorable. A las 13h 50m hora de Tokio, las fanfarrias anunciaban el arribo al
Estadio Olímpico Nacional del emperador Hirohito, su esposa y el presidente del
COI. Al emperador se le veía desde el palco de honor vestido en un elegante y
sencillo traje negro, en medio de la multitud de 75.000 personas en el nuevo y
flamante recinto olímpico.
14h 00m, cumpliéndose milimétricamente el programa previsto,
nuevamente las fanfarrias daban la bienvenida a los atletas y su marcha estuvo
enmarcada en los más tradicionales cánones del ritual olímpico y japonés.
Musicalmente destacó el contraste de ritmos modernos, unida a los sonidos de
las campanas de los templos budistas, con la tradicional música de marcha
compuesta por el japonés Yūji Koseki
(https://www.youtube.com/watch?v=p2Oz89K6o1Y) marcha que acompaño y dio ritmo
al desfile de los atletas. Grecia, como ya era tradición venía al frente, le
siguieron las delegaciones en el orden alfabético japonés, lo cual hacia que
los países de presentaran en lugares “poco” comunes. Los estadounidenses
llevaban un gran sombrero tejano que levantaron al paso del palco de honor, los
indios de turbante púrpura, ghaneses en túnicas típicas color azafrán, alemanes
volvieron a desfilar como una sola nación, México, sede de la siguiente
olimpiada marchaba elegantemente vestido con un rojo bandera y falda y pantalón
blanco, Nigeria hacía su primera aparición elegantemente vestidos en típicas
ropas blancas. Finalmente el contingente japonés, en la última posición, casi
con el mismo uniforme que la delegación mexicana, la diferencia era que
llevaban el “Hinomaru” (bandera nacional), lo que fue, junto con el emperador,
otro símbolo del pasado imperial de Japón.
El presidente del COI agradecía la hospitalidad al pueblo
japonés, anunciaba una asistencia record, 93 países, estaba orgulloso de
celebrar los primeros juegos en Asia. Pidió entonces al emperador Hiroito, que
como un asistente más había disfrutado la marcha de los atletas, pronunciara el
discurso oficial. Con una actitud más respetuosa que imperial, el emperador, se
levantó de su asiento, se detuvo unos segundos y parecía que, en silencio, daba
las gracias al mundo por la readmisión de Japón en la sociedad internacional,
pronunció entonces la declaratoria oficial, los juegos habían comenzado, se
escucharon 21 salvas, y tambores acompañaban la entrada de la bandera olímpica.
Mientras la bandera era izada se entonaba el himno. Miles de globos con los
cinco colores olímpicos volaban por el estadio.
Llegó el momento de encender el pebetero. La llama olímpica
parecía querer reproducir la Ruta de la Seda hecha por Marco Polo más de
setecientos años atrás. Se había encendido como las últimas ediciones en
Olimpia y de ahí comenzó su recorrido hacia donde nace el sol. Trasportada por
cientos de relevistas de diversas ciudades asiáticas; Estambul, Beirut,
Teherán, Lahore, Nueva Delhi, Rangún, Hong Kong, la viero pasar, hasta llegar a
Japón, Okinawa, viajó por tierras que no había pisado antes y a su paso, dejaba
maravillados a todos quienes habían sido testigos de su calor.
El fuego entró al estadio, en manos de Yoshinori Sakai, la
prensa lo llamó “Atomic Bomb Boy”, un joven de 19 años de edad,
estudiante-atleta nacido en Hiroshima sólo unas horas después de la detonación
de la bomba, dio una vuelta al estadio, se puso frente a la escalinata y subió
un tramo de 179 escalones para depositar el fuego en un pebetero. Sonaron
trompetas, cañones rugieron y un acrobático equipo de demostración de Jets F-86
dibujaba en el cielo azul los cinco anillos olímpicos. La ceremonia finalizó
tras el juramento que, en nombre de todos los atletas que competirían hacía
Takashi On, un veterano de 33 años. Su deporte, gimnasia, compitió en los
Juegos Olímpicos de 1952, 1956, 1960 y 1964, en las ediciones anteriores a
Tokio había ganado cinco medallas de oro, cuatro de plata y cuatro de bronce,
ninguna en sus juegos.
163 eventos en 19 disciplinas; 5,140 (863 mujeres, y 4,457
hombres). Estados Unidos logro la parte más alta del medallero con 36 oros, 28
platas y 28 bronces; La URSS debió conformarse con la segunda plaza y Japón
Tercero.
¿2 de octubre no se olvida?…Está
será la siguiente entrega, la (19/33)
Στο επανιδείν!
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