“Resulta extraordinario que
nuestro Señor nos enseñe a llamar a Dios no solo “Padre”, sino “Padre nuestro”,
y no “Padre mío”. Así nos desvía de una relación egoísta con Dios".
La fe ortodoxa comenzó a llegar a
Rusia meridional alrededor del siglo IV. La expansión definitiva tuvo lugar en
el siglo IX, cuando los pueblos bajo el mandato de Kiev iniciaron relaciones
con Bizancio. Fue en el año 988 que Vladimiro I de Kiev, al contraer matrimonio
con la hermana del emperador Basilio II, se bautizó y se adoptando oficialmente
la confesión religiosa del Imperio bizantino, en 1988, la Iglesia ortodoxa rusa
celebró su milenario.
La Unión Soviética fue un Estado
ateísta desde 1928-1939, en que la religión se desanimó y en gran medida fue
perseguida, y un Estado laico en 1945 hasta su disolución en 1991.
Borís Yeltsin, durante su mandato
(1991-1999), en repetidas ocasiones se reunió con el patriarca de Moscú y de
todas las Rusias, Alexei II, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa; con el fin de
restablecer relaciones y en su momento, volver a hacer del cristianismo ortodoxo un
vínculo de identidad en la ahora población de la Federación Rusa.
Así, el 21 de septiembre de 1997
la Ley sobre la libertad de Conciencia y las Asociaciones Religiosas, permitió
la libertad de cultos religiosos; entre lo establecido destacó lo siguiente: “No hay una religión
estatal” pero se reconoce el papel preponderante de la Iglesia ortodoxa en la
historia de Rusia, intentando que esta recuperara el protagonismo con el que
contó anterior al establecimiento de la Unión Soviética en 1923".
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