[...]tanto la década de los cincuenta
como la de los sesenta vieron la expansión de la educación, la difusión de la
fe en la ciencia y el progreso y la proliferación de instituciones educativas y
culturales, como por ejemplo museos, zoos, teatros y galerías de arte: una
sólida cultura burguesa se estaba desarrollando sobre la base de una economía
cada vez más poderosa, pero una cierta incertidumbre se cernía sobre su
identidad, no sólo con respecto a la no resuelta cuestión de la unificación,
sino también en lo concerniente a la identidad nacional y a las relaciones con
el pasado y el futuro. Esto resultaba evidente incluso en los curiosos estilos
arquitectónicos de los templos seculares erigidos al progreso, como las
grandiosas estaciones de ferrocarril y los pomposos bancos y edificios
públicos, cuasimedievales, que se construyeron en esa época, por no mencionar
los palacios de hadas del desequilibrado rey Luis II de Baviera. Pero, al mismo
tiempo, la vida para la gran mayoria de los alemanes no parecía haber cambiado
demasiado: aquellos campesinos que no se veían afectados por el desplazamiento
a las ciudades o implicados en la ola de emigración a America vivían en grandes
familias, en comunidades relativamente compactas, dominadas por lo general por
la Iglesia local, simplemente inconscientes o capaces de hacer caso omiso de
los profundos cambios que ocurrían a nivel nacional, excepto cuando
acontecimientos especiales afectaban la rutina cotidiana.
Lo que ocurrió en 1871, bajo el
calificativo de «unificación», no fue tanto el resultado o la expresión de un
nacionalismo alemán en ciernes, sino más bien una forma de expansionismo y
colonización prusianos de la Alemania que no le pertenecía, en competencia con
una excluida Austria. Una serie de acontecimientos ocurridos en la década de
los cincuenta, entre los que se contaban la Guerra de Crimea y los problemas en
Italia, habían debilitado la situación de Austria, por lo que ésta dirigía cada
vez más su atención a Alemania; pero su atraso económico limitaba en gran
medida su capacidad para desafiar con éxito a Prusia. No se puede afirmar que
el resultado final del choque estuviera predeterminado, pero la vencedora
última de los enfrentamientos de tanteo entre estas potencias rivales durante
la década de los sesenta fue la Prusia dirigida por Otto von Bismarck (que tomó
de los liberales la bandera nacionalista para resolver una crisis interna
prusiana) [1].
[1] FULLBROOK Mary (1990), traducción
de Beatriz García Ríos (1995). Fragmento del capítulo “La unificación de
Alemania” (p. 173-174). Historia de Alemania, University Press, Cambridge.
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